En memoria
Rafael Ceciaga era de esas personas “imprescindibles”. Exiliado en 1949, con 14 años viajó de Arrasate a Argentina, detrás de su padre Ricardo, el que fuera chófer y amigo de Tatxo Amilibia. Con éste último crecería y se educaría Rafael, tras la muerte de su padre.
Cuando le conocí, intuí de inmediato que la educación que había recibido de Tatxo había hecho efecto. Al leer nuestro libro “Arrasate 1936, Una Generación Cortada” me decía: la generación de nuestros padres, no ha quedado cortada, la prueba está en que yo doy continuidad a sus ideas, y mis hijas también. A mi nieto León, le dejo los mensajes en botella que construyo, para que un día conozca el modo de pensar de su abuelo.
Hablando con él, me parecía estar escuchando a esa generación de personas de Euskal Herria, que lo dieron todo, hasta la vida, porque la libertad, la igualdad y la justicia social fueran los pilares de la nueva sociedad a construir. Con su lucha, en el año 1931, tiraron la monarquía al basurero de la historia, de donde por cierto no tenía que haber sido recuperada, pelearon por la República Social en octubre de 1934, defendieron con las armas la legalidad republicana contra los sublevados al servicio de los terratenientes,burgueses y jerarquía eclesiástica, perdieron la guerra, y continuaron peleando.
Ricardo Ceciaga y Tatxo Amilibia, al igual que Celestino Uriarte y otros muchos, abandonaron el Partido Socialista en plena guerra. Entre otras muchas razones, uno de los motivos fue que ellos eran y se sentían vascos y no aceptaban que tras la constitución del partido socialista unificado, en el año 1937, se llamase español. Se integraron en el Partido Comunista de Euzkadi.
Rafael amaba a Argentina, donde había crecido, pero como siempre les decía a sus hijas, en Buenos Aires: ni ez naz hemengoa, ni arrasatekoa naz.
Él era de Arrasate, de Euskal Herria, de Argentina, él era internacionalista, como su padre Ricardo, como lo es la lucha por conseguir un mundo diferente. Su denuncia contra la injusticia, su eterna rebeldía, quedará para siempre plasmada en sus mensajes, reducidos en el interior de magníficas botellas, potentes altavoces de diferentes injusticias.
Como muy bien recoge Gose en su canción Amets Gorria: Rafael, no puso rejas en su memoria, no se abrazó a la orilla del capitalismo, no quiso un rey con el mismo collar, no comió de la mano del enemigo, y es que hasta el final, sus sueños, siempre fueron rojos.
Un abrazo solidario, para Mercedes, Alejandra, Ramiro y León.
Juan Ramon Garai.