Si decimos la verdad sobre el pasado,
quizá seamos capaces de decir la verdad sobre el presente.
Kean Loach
Las violaciones de derechos humanos después de la guerra de 1936 fueron, durante muchos años, temas de los que no se podía hablar.
Durante la Dictadura: cuarenta años de represión y silencio. Miles de personas tuvieron que convivir con quienes habían denunciado a sus familiares, familiares que en muchas ocasiones habían sido asesinados, encarcelados y castigados. “Los vencedores” seguían imponiendo el terror para silenciar todo lo acontecido y a pesar de ser conscientes de que las familias represaliadas sabían sus nombres, estaban amparados por una total impunidad. Tuvieron que pasar ocho años (hasta 1944) para que los fallecimientos fueran recogidos en los juzgados y aun así, algunas personas quedaron sin registrar, no consta un certificado de defunción, como si no hubieran existido.
En algunos casos, a las nuevas generaciones nos fueron contando lo sucedido poco a poco, intercalando los hechos con los silencios y siempre, hablando bajito, con la advertencia de que no saliera de las cuatro paredes de nuestras casas. Para nuestras abuelas, abuelos, padres y madres era importante que conociéramos qué les había ocurrido a nuestros familiares. Desgraciadamente, en otras muchas familias se optó por el silencio. La represión les dejó mudos y pensaron que ese silencio protegería a los suyos.
Mientras tanto, en aquellos años, los nombres de los muertos de los golpistas que se habían sublevado contra la legalidad republicana, estaban colocados en placas, al lado de las iglesias. Los nuestros estaban en la clandestinidad.
Después de 40 años: la impunidad continúa. Con la transición del régimen franquista no se consiguió la ruptura del mismo sino una reforma que seguía manteniendo lo fundamental del aparato de la dictadura. En ese pacto, los partidos políticos antifranquistas aceptaron la amnistía para los asesinos y el silencio sobre lo ocurrido. El golpe militar se saldaba con un “borrón y punto final”.
En el cincuenta aniversario de los asesinatos, el 31 de octubre de 1986, presentamos al ayuntamiento de Arrasate una moción en la que pedíamos: que todas las personas fusiladas fuesen declaradas hijas e hijos honoríficos del pueblo y que, en su memoria, se levantara un monolito con el nombre de todas ellas y la inscripción “Askatasunagatik – Por la libertad”.
La Comisión de Gobierno rechazó la propuesta con el siguiente argumento: “No considerando conveniente revivir hechos históricos que puedan despertar viejos espíritus de revancha propone no acceder a las dos solicitudes”.
Primeras movilizaciones públicas en Arrasate. En abril de 1987 realizamos, por nuestra cuenta, un homenaje, y colocamos una placa conmemorativa en el muro de Legarre con los nombres de 89 personas fusiladas, eran los datos que teníamos entonces (las fotos son de ese mismo día). Se eligió esta ubicación de manera simbólica para recordar que fue aquí donde se les aplicó la llamada “Ley de Fugas” a dos baserritarras, a los dos días de que los sublevados entraran en Arrasate.
Aunque tarde para muchas personas, al final se colocó un monolito. 16 años más tarde, todos los ayuntamientos de Debagoiena aprobaban una moción favorable a participar en un homenaje. Se colocó también el monolito que hoy existe en Arrasate donde están inscritos los nombres de las personas asesinadas y desaparecidas por los franquistas. Era el 8 de junio de 2003.
26 de septiembre de 2021. En el 85 aniversario de la entrada de los fascistas en Debagoiena, vamos a realizar un homenaje a las miles de personas represaliadas por los franquistas. Tendrá lugar en Arrasate, delante del monolito, en la Plaza Arizmendiarrieta, a las 12 del mediodía. Seguimos pidiendo verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.
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